Cuento: “La taza de té”:
Gran Maestro -dijo el discípulo-, he venido desde muy lejos para aprender de ti. Durante muchos años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país y del mundo y todos han dejado mucha sabiduría en mí. Ahora creo que tú eres el único que puede completar mi búsqueda. Enséñame, Maestro, todo lo que me falta saber.
Badwin el sabio le dijo que tendría mucho gusto en mostrarle todo lo que sabía pero que antes de empezar quería invitarlo con un té.
El discípulo se sentó junto al Maestro mientras él se acercaba a una pequeña mesita y tomaba de ella una taza llena de té y una tetera de cobre.
El Maestro alcanzó la taza al alumno y cuando éste la tuvo en sus manos empezó a servir más té en la taza que no tardó en rebasarse.
El alumno con la taza entre las manos intentó advertir al anfitrión: – Maestro… Maestro Badwin, como si no entendiera el reclamo, siguió vertiendo té, que después de llenar la taza y el plato empezó a caer sobre la alfombra.
Maestro –gritó ahora el alumno-, deja ya de echar té en mi taza. ¿No puedes ver que ya está llena? Badwin dejó de echar té y le dijo al discípulo: – Hasta que no seas capaz de vaciar tu taza no podrás poner más té en ella.
Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza sólo sirve cuando está vacía. No sirve una taza llena, no hay nada que se pueda agregar en ella.
La liturgia de hoy propone el Evangelio de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo ocular del hecho. Tal relato se ha situado en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto a la visita de los Magos de Oriente y el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la epifanía, es decir, de la manifestación de Cristo.
Es interesante que en el pasaje evangélico aparezcan seis tinajas vacías, que posteriormente Jesús manda llenar de agua para convertirlas en vino; este no es un detalle secundario dentro del relato, pues nos indica, como la narración de la taza de té, que debemos vaciarnos de prejuicios, opiniones y todo lo que nos impida acoger la “Manifestación” de Dios en nuestra vida.
“Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua”. (Jn 2,6)
Guión Litúrgico: