Cuento: “Un cuento sobre la misericordia de Dios”:
Un hombre, cansado de todas las injusticia que veía en el mundo, suplicó a Dios que le diese la oportunidad de ejercer durante un tiempo el cargo de hacer justicia a todos los hombres de la Tierra, razonando:
“Si Dios no puede castigar porque es Padre, yo no lo soy y, por lo tanto, sin recelos, haré que los hombres, por lo menos una vez, respeten los derechos de los otros”.
Comenzó entonces su ministerio y fue clemente y bueno con quien cumplía con la ley, y severísimo con quien no la respetaba.
Actuó así hasta el día en que se dio cuenta de que era odiado y que conducía a los hombres a desconfiar los unos de los otros y a odiar aún más. Esto lo desesperó y comenzó a castigar también a todo aquel que sintiera odio, porque el odio era una injusticia.
Implantó más leyes para hacer que el mundo conociese la justicia. Finalmente, sus leyes se volvieron tan difíciles que ya no habían personas capaces de cumplirlas. Y entonces, también comenzó a castigar a estas. Por fin, y en el colmo de la desesperación, reconoció que no tenía condiciones para poner orden en el mundo. Se dirigió al Creador y le dijo que había fracasado.
Dios le respondió:
“Tu error fue pensar que es posible ser justo sin querer perdonar. Procura aprender primero lo que es la justicia y la misericordia, cuando quieras aplicarlas.
“Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. (Mt 9,13)
Guión Litúrgico: