Cuento: “La lámpara delante del sagrario”:
Un cristiano protestante, durante una gira turística, entró con su hija a una iglesia católica. En lugar de mirar las obras de arte, la niña quedó atraída por una lucecita roja que ardía en un rincón de la iglesia, al lado del sagrario. “Papá, ¿por qué hay aquella lucecita roja”? le preguntó la niña. “Porque, según dicen los católicos, dentro de aquel sagrario está Jesús. La lámpara recuerda a todos su presencia en el pan consagrado”. Así contestó exactamente el papá.
Una semana después, padre e hija entraron al templo protestante para la celebración de la Palabra de Dios. La niña miró alrededor, luego le dijo al papá: “¿Por qué aquí no está la lucecita roja”? Y el papá con toda sinceridad le dijo: “Para nosotros, Jesús no está aquí, niña mía, sólo escuchamos su palabra. " La niña se puso triste. Luego tomando de la mano al papá le dijo, “Papá, vamos a una iglesia donde está Jesús”.
Una de las más llamativas diferencias entre católicos y protestantes es la fe en la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía.
Los protestantes hablan de presencia simbólica de Jesús en el pan y en el vino; los católicos, en cambio, creen que en la eucaristía está realmente presente Jesucristo resucitado. La presencia de Jesús en el pan y en el vino no es una presencia física, material, sino sacramental, es decir "bajo las apariencias del pan y del vino" está presente el mismo Cristo resucitado, con su cuerpo glorioso y no con su cuerpo mortal.
Los católicos toman al pie de la letra la expresión de Jesús: "Esto es mi cuerpo". ¿Si Jesús hubiera tenido intención de afirmar su presencia real en el pan y en el vino, ¿habría podido usar otra expresión que esta? Los católicos piensan que si Jesús hubiera querido afirmar su presencia real en la eucaristía, no habría podido expresarse de otra manera: "esto ES mi cuerpo". Entonces no hay que interpretarla de otra manera.
“Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo” (Jn 6,51).
Guión Litúrgico: