DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

CICLO C SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

JESÚS REINA ENTREGANDO SU VIDA.


“Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.” (Lc 23,35-43)
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido." Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: "Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo." Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: "Éste es el rey de los judíos." Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros." Pero el otro lo increpaba: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada." Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino." Jesús le respondió: "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso."




Cuento: “EL PRÍNCIPE FELIZ”:

La estatua del Príncipe Feliz se erguía en lo más alto de la ciudad. Placas de oro la recubrían, sus ojos eran zafiros y su espada tenía un rubí. La estatua era bella y parecía feliz. Llegó el invierno y una golondrina se cobijó en su pedestal; Se había quedado rezagada de su grupo, pues pasó mucho tiempo con un junco que encontró en la ribera de un río y del que se había enamorado. quiso dormir, pero unas gotas de agua la despertaron. Alzó la mirada: eran lágrimas de la estatua. “¿Por qué lloras -le preguntó la golondrina- si aparentas ser tan feliz?”.

“Porque antes vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. –respondió el príncipe- Pero ahora puedo ver toda la tristeza de mi pueblo, y siendo una estatua ya no puedo ayudar a la gente. ¡Hazlo tú!”

Visita a la pobre costurera, pues su hijo está enfermo y sólo le da agua. Entrégale el rubí de mi espada”.

El ave debía partir, pero lo obedeció y fue feliz. “Quédate –reiteró el príncipe- y dale un zafiro de mis ojos al escritor, pues está pasando mucha hambre y frío, y quizás no pueda llevar su obra al director de teatro”.

La golondrina pospuso así su vuelo a Egipto. “Una niña llora -dijo la estatua-, pues ha perdido los fósforos que vende y su padre la reñirá; ve y dale el otro zafiro de mi vestimenta”. Al quedar ciego el príncipe, la golondrina ya no quiso marcharse. No obstante, el príncipe le instaba a emprender el vuelo hacia Egipto, pues pronto el invierno arreciaría y la golondrina necesitaba ponerse a salvo de las gélidas temperaturas. Ante la negativa de la golondrina, el príncipe le pidió que le contara todo lo que veía en el pueblo, incluida la miseria, y ésta le contó que había visto a varios niños tratando de calentarse debajo de un puente. “Dona mis placas de oro a los pobres” –ordenó el príncipe-, y el pueblo lo alabó. Mas volvió el frío, ya no hubo oro y la golondrina enfermó: voló para besar a su amado y allí cayó muerta.

Al día siguiente el alcalde y los concejales pasaron junto a la estatua y la observaron con asombro.

- ¡Qué andrajoso está el Príncipe Feliz! ¡Parece un pordiosero! ¡Si hasta tiene un pájaro muerto a sus pies! - dijo el alcalde

De modo que quitaron la estatua y decidieron fundirla para hacer una estatua del alcalde. En el horno no lograron fundir el corazón del príncipe y lo tiraron al basural, junto con el ave.

Dios le dijo a uno de sus ángeles que le consiguiera las dos cosas más preciosas que encontrara en esa ciudad y curiosamente el ángel optó por el corazón de plomo del príncipe y el pájaro muerto.

- Has hecho bien - dijo Dios - El pájaro cantará para siempre en mi jardín del Paraíso y el Príncipe Feliz permanecerá en mi ciudad de oro.

FIN.

"De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. (Mt 20,28).


Guión Litúrgico:

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