Narración: “El Milagro de la Eucaristía”:
En una ocasión, un niño preguntó a su catequista:
-“¿Cómo es posible que un Dios tan grande esté en una hostia tan chiquita?”
-¿Y cómo es posible que un paisaje tan grande, que tienes ante tu vista, pueda estar metido dentro de tu ojo tan pequeñito? –Contestó el catequista. ¿No podría hacer Dios algo parecido?
-¿Y cómo puede estar presente al mismo tiempo en todas las hostias consagradas? –Replicó el niño.
-El catequista le respondió: “Piensa en un espejo. Si se rompe en mil pedazos, cada pedacito refleja la imagen que antes reproducía el espejo entero. ¿Acaso se ha partido la imagen? No, pues así Dios está todo entero en todas las partes y en cada hostia”.
-¿Y cómo es posible que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y sangre de Cristo?
-Cuando tú naciste eras pequeñito y tu cuerpo iba asimilando el alimento que comías y cambiándolo en tu cuerpo y sangre, y así ibas creciendo. ¿Y Dios no podría cambiar también el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Jesús?
-¿Pero yo no comprendo el por qué de todo esto?
-Porque tú aún no comprendes de lo que es capaz el amor de un Dios. Todo es por amor. La Eucaristía es la prueba suprema del amor de Jesús. Después de esto, sólo queda el cielo mismo. Por eso, los santos daban tanta importancia a la comunión.
-Después de una larga conversación con su catequista, el niño terminó diciendo que iba a rezar mucho para que el Jesús le concediera el don de amar más y entender la Eucaristía. El catequista, por su parte, le dio este sabio consejo: No le pidas al Señor que te conceda entender para creer, sino que te dé el don de creer para que puedas entender cuánto amor nos tiene Dios. Buen consejo para acercarse al misterio de Amor que se esconde en la Eucaristía, ¿no te parece?
“Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. (Lc 24,35).
Guión Litúrgico: