DOMINGO II DE CUARESMA

CICLO A 12.03.2017

JESÚS NOS ANTICIPA SU GLORIA EN EL MONTE TABOR.


“¡Señor, qué bien se está aquí!”. (Mt 17,1-9)
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."




Cuento: “El bordado de Dios”:

Cuando yo era pequeño, mi madre solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando.

Como yo era pequeño, observaba el trabajo de mi madre desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que sólo veía hilos feos. Le preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y me decía: «Hijo, ve afuera a jugar un rato, y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo para que lo veas desde arriba».

Así lo hice. Al cabo de un rato, escuché la voz de mi madre llamándome. Cuando me senté en su regazo, me sorprendió y emocionó ver hermosas flores y bellos atardeceres en el bordado. No podía creerlo, pues antes desde abajo sólo veía hilos enredados. Entonces mi madre me decía: «Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello es».

El pasaje de la Transfiguración del Señor, además de mostrarnos que Jesús es uno con el Padre, nos enseña que la pasión del Señor trae la salvación, que el dolor se transforma en luz, libertad y alegría. Lo que ocurre es que con mucha frecuencia, como el niño de la narración, solo percibimos el aparente desorden de unos hilos que tejen una historia a menudo sombría. Sentémonos en el regazo de nuestro Señor para que Él nos introduzca, como lo hizo con sus discípulos, en la profundidad de su misterio.

“...Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti" . (Sal 32).


Guión Litúrgico:

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