DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

CICLO A

JESÚS NOS ENSEÑA QUE SOMOS IMAGEN DE DIOS.


“Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. (Mt 22,15-21)
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?" Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto." Le presentaron un denario. Él les preguntó: "¿De quién son esta cara y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César." Entonces les replicó: "Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios."




Reflexión: “Somos imagen y semejanza de Dios”:

Esta vez no les traigo un “cuentecito” para hacernos reflexionar, sino la conversación real que se dio entre un padre y su hija… nos la cuenta Rafa, el padre de la historia, y un buen amigo y compañero de la parroquia…

Cuando mi hija regresó de la escuela un día, esperó a que yo llegara del trabajo para hacerme una pregunta. Al llegar, me comentó que le habían hablado en clase de que Dios nos había creado a su imagen y semejanza. Al terminar de contarme lo que le enseñó la maestra, me preguntó: “Papá, ¿por qué Dios nos creó a su imagen y semejanza?”

Medité un momento como contestar esa pregunta y mi respuesta fue otra pregunta… “Cuando te levantas en la mañana, ¿tú ves a Dios?”

Ella me respondió, “Sí, lo veo en las flores, en el sol cuando amanece, en los pajaritos y los árboles que veo camino a la escuela. Lo escucho en el cantar de las aves y en el viento que pasa por los árboles”.

Volví a insistir, “Pero, ¿ves a Dios?”

Esta vez solo se me quedó mirando como buscando una respuesta. Entonces le dije, “Cuando te levantas y te miras en el espejo, ¿qué ves?” A lo que respondió, “ ¡Me veo a mí!”

Fue entonces cuando le expliqué, “Entonces estás viendo la imagen y semejanza de Dios, recuerda que eso es lo que ves cuando te miras al espejo”.

Mi hija me sonrió y yo continué, “Así mismo cuando ves a tu hermano y a tus compañeros de clase, verás en ellos la imagen y semejanza de Dios, y como tales deberás tratarte a ti y a los demás”.

Cuando medité mi respuesta entendí el alcance de lo que había dicho: Dios está presente en todos. Ahora cada vez que siento un disgusto con alguien entiendo que aún en ese disgusto estoy ante la imagen y semejanza de Dios. Increíblemente el disgusto se reduce tan rápidamente que comprendí que la pregunta de mi hija me acercó más a Dios.

“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó macho y hembra los creó. (Gn 1,27).


Guión Litúrgico:

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