Reflexión: “La Transfiguración”:
Mientras Jesús permaneció en la Tierra con sus discípulos habían diferentes ideas de quién era él. Muchas personas pensaron que era sólo un buen maestro. Algunos otros pensaron de que era Elías o uno de los profetas. Hubo otros que pensaron que era Juan el Bautista. Aún sus propios discípulos no entendían quién era Jesús.
Un día Jesús tomó a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan y los llevó a una montaña para estar sólo con ellos. Cuando estaban allí, una cosa maravillosa ocurrió. La apariencia de Jesús comenzó a cambiar. Su cara brillaba como el sol, sus ropas se volvieron blancas como la luz. Entonces Moisés y Elías se aparecieron y estaban hablando con Jesús. ¡Sus discípulos no podían creer lo que veían! ¡Tampoco podían creer lo que escuchaban! Escucharon la voz de Dios diciendo: “Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!”
Bueno, desde ese momento Pedro, Santiago y Juan no dudaron quién era Jesús. Era el Hijo de Dios. Dios lo había dicho y era así. Pedro mismo dijo: “Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo” (2 Pedro 1:18).
En este momento hay muchas personas que todavía no saben quién es Jesús, pero nosotros sabemos quién es él, ¿no es así? Él es el Hijo de Dios. ¿Cómo lo sabemos? Porque Dios lo dijo y es así, no importa si otros lo creen o no.
Querido Padre, te damos gracias por enviarnos a Jesús, tu Hijo. Sabemos que es tu Hijo porque Tú lo dijiste y así es. Amén.
“..Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.”. (Mt 17,5).Guión Litúrgico: