SÁBADO SANTO

CICLO B

JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS.


“La vida venció a la muerte”. (Mc 16,1-7)
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo."




Cuento: “El Bambú”:

Érase una vez un jardín maravilloso cuyo dueño lo visitaba todos loa días con mucha complacencia.

En este jardín había un bambú de aspecto noble, al que el dueño apreciaba más que a todas las otras plantas. Un buen día, se acercó al bambú, que con gran veneración inclinó su cabeza, y le dijo:

-Querido bambú tengo necesidad de ti.

Pensó el bambú que había llegado el día por el cual había nacido, y con gran alegría exclamó:

-¡Oh, señor, aquí estoy! Haz de mí lo que quieras.

-Bambú, -el señor continuó- para usarte debo derribarte.

El bambú asustado preguntó:

-¿Derribarme, señor? ¿Derribarme después de haberme hecho el más bello árbol de tu jardín? ¡No, por favor, no! Haz uso de mí para tu gloria, señor, pero, ¡por favor, no me derribes!

-Mi querido bambú -repuso el señor-, si no puedo derribarte, no puedo usarte.

En el jardín se formó un gran silencio. El viento dejó de soplar y los pájaros no cantaban. Lentamente el bambú inclinó su cabeza y suavemente exclamó:

Señor, si no puedes hacer uso de mí sin derribarme, haz de mí lo que tú quieras: derríbame.

-Mi querido bambú -Continuó el señor-, no sólo debo derribarte sino también cortarte las hojas y las ramas.

-¡Oh, señor! -dijo el bambú-, ¡no me hagas eso, déjame al menos mis hojas y mis ramas!

-Mi querido bambú, debo hacerte algo más. Debo cortarte al medio el corazón. Si no puedo hacerte esto, no puedo usarte.

El bambú quedó en un apenado silencio y lentamente inclinó la cabeza hasta el suelo. El dueño del jardín lo derrumbó, cortó las ramas y sacó las hojas, lo partió en dos partes y extrajo el corazón.

Después, llevó el bambú a los campos más áridos. Colocó un extremo del tronco en la fuente, y el otro, en el campo árido.

El agua empezó a derramarse por la tierra árida. Después, fue plantado el arroz. La semilla creció y llegó el tiempo de la cosecha.

Para aquel lugar, el bambú fue realmente una gran bendición en su pobreza y humildad, se transformó en un canal que el dueño usaba para fecundar su jardín.

“En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto" . (Jn 12,24)