Cuento: “Domingo de Ramos”:
Con motivo de las vacaciones, una familia de Durango visitó la Ciudad de México. Tenían interés en conocer los museos y los lugares más importantes por lo que todos los días, desde muy temprano, iniciaban sus recorridos. El segundo día de su estancias, visitaron la Catedral Metropolitana y se quedaron fascinados por su historia y sus obras de arte. Cerca del Altar Mayor, vieron a un grupo de personas que esperaba ingresar a un sitio que tenía el letrero de “Sacristía Mayor”. Carlos, uno de los hijos, le preguntó a su papá: “¿Qué es una Sacristía?”, y su padre le explicó: “Es el lugar donde se visten el obispo y los sacerdotes antes de salir a la Misa”. Su madre añadió: “Ahí también se guardan los objetos para el culto. Ahí dentro se conservan cálices en oro y plata e infinidad de ornamentos”.
Después de escuchar eso, los tres niños mostraron a sus papás el interés por conocer el sitio. Se formaron en la fila y pocos momentos después entraron. Gerardo, el segundo hijo, no pudo contener su admiración por lo que hizo una exclamación: “¡Esto está muy bonito!”. Carlos también comentó: “Yo pensaba que sólo veríamos cálices y ornamentos, pero esas pinturas son fabulosas”.
En efecto, las paredes mostraban seis enormes pinturas con diversos temas. El guía explicó que habían sido realizadas por dos de los mejores pintores del virreinato. Verónica, la hija menor, se llenó de curiosidad por una de las pinturas y le preguntó al guía: “¿Por qué en esa pintura hay un hombre montado en un burro mientras lo acompañan muchos niños y adultos? ¿Se trata de un desfile?”. Todos los visitantes voltearon hacia la pintura esperando la explicación del guía. Este contestó con gusto: “Esa pintura representa la entrada de Jesucristo a la ciudad de Jerusalén, el domingo de ramos. Jesucristo, después de haber predicado durante tres años y realizar muchos milagros, entró en esa ciudad para morir por la humanidad. Los niños y los adultos lo recibieron con alegría y a su paso colocaron mantos. También cortaron ramos de olivo y los utilizaron como banderas para recibirlo como rey”. Verónica, llena de curiosidad, observó con detalle la pintura, y preguntó: “¿Por qué lo mataron si en ese momento se ve que lo reciben como a un rey?”. El guía continuó su explicación: “En realidad, quienes lo recibieron así eran sus amigos, sus discípulos. Ellos le manifestaron su cariño; sin embargo, hubo otros que lo recibieron de esa forma sólo por interés. Pensaban que Jesucristo entraba a Jerusalén para dirigir una lucha contra los romanos, porque en aquel tiempo los romanos dominaban a los judíos y estos querían destruir al invasor. Cuando se dieron cuenta que Jesús no venía a hacer ninguna guerra sino a predicar el amor y el perdón, se enojaron con Él y desearon su muerte”.
Carlos preguntó: “¿Por qué va montado en un burrito?”. El guía comentó: “Porque en ese tiempo había algunas normas. Si alguien entraba a una ciudad en procesión y montado en un caballo era signo de que quería manifestar su grandeza. Por el contrario, entrar montado en un burrito, era signo de humildad”. La mamá de los niños intervino: “Jesucristo entró a la ciudad de Jerusalén con toda humildad para darnos el máximo testimonio de su amor. Allí en esa ciudad, el jueves celebró la Última Cena con sus discípulos y les lavó los pies dándoles ejemplo de servicio. También les dijo que moriría por la humanidad y que su cuerpo y su sangre permanecerían para siempre en el pan y en el vino”.
El guía continuó: “Después de la Última Cena fue traicionado por Judas y, después de haber estado preso toda la noche, el viernes fue crucificado por petición de sus enemigos. Aquellos que esperaban que hiciera la guerra contra los romanos y que lo habían recibido el domingo anterior con palmas, ahora lo traicionaban pidiendo su muerte. Sólo sus verdaderos amigos y discípulos sufrían con Él”.
Los niños pusieron cara de tristeza, por lo que su papá comentó: “Pero su muerte no fue el final de la historia porque resucitó. Con su resurrección venció a la muerte y al pecado. Por eso en la Misa celebramos su muerte y su resurrección. El guía concluyó: “Así es. Por eso está esa pintura aquí, para recordar al sacerdote, antes de que salga a la Misa, que lo que va a celebrar en el altar es la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo que se sintetizan con su entrada triunfal a Jerusalén conocida también como el Domingo de Ramos.
Después de visitar el lugar, la familia vio entrar al Arzobispo a la Sacristía. Minutos después lo vieron salir revestido para celebrar la Misa en el Altar Mayor. Como los niños, gracias a la explicación de la pintura habían comprendido el valor de la Misa, decidieron permanecer con sus papás en la celebración y dieron gracias a Dios.
Al año siguiente, durante el Domingo de Ramos con el que inicia la Semana Santa, acudieron a la iglesia para recordar la entrada de Jesús a Jerusalén y, mientras bendecían sus palmas, lo aclamaron como rey de la paz.
“…¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" . (Mt 21,9)