Cuento: “El árbol y sus ramitas”:
Paseando por el bosque, me tumbé a descansar y me puse a contemplar el esqueleto de los árboles en otoño.
Después de mucho rato me quedé extasiado contemplando las sinuosidades de los troncos, y las variadas formas de sus ramas y ramificaciones que se desprendían de aquellas.
Observé que un árbol había empezado siendo un tronco principal y alcanzada cierta altura, se abría en dos o tres partes y, algo más arriba, cada una de estas partes se dividían nuevamente en otras cinco o seis, las que a su vez y más arriba, se subdividían en más ramitas cada vez más delgadas.
La visión de conjunto del árbol era similar a una red de ramas de distintos grosores y tamaños.
Sentí que podía comparar ese esqueleto que observaba con el camino que yo había recorrido en mi vida. Y cualquier ramificación podía representar una elección por mí tomada en ese punto del camino; decisión que me había conducido a otra rama y esa a sus opciones más pequeñas, que a su vez se abrían en ramitas más chiquitas, en más caminos…
Al mirar a mi alrededor, me inundó una angustia terrible por tantas ramas secas dispersas sobre el suelo, caminos perdidos que pude haber elegido.
Entonces, volviendo mi mirada a la visión global del árbol, descubrí que, sin importar en qué parte del árbol estuviese, el entramado de ramas grandes y pequeñas, jóvenes y menos jóvenes, si permanezco unido a árbol voy a estar seguro. ¡Qué tranquilidad! ¡Gracias, querido árbol! Fin.
“Y ahora, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida” . (1 Jn 2,28)
Guión Litúrgico: