DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

CICLO B

JESÚS LUCHA CONTRA EL MAL Y LO VENCE.


“Enseñaba con autoridad”. (Mc 1,21-28)
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios." Jesús le increpó: "Cállate y sal de él." El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen." Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.




Cuento: “El agujero”:

Había un río con un pueblecito a cada lado. Se unían por una calle sobre un puente que cruzaba el río. Un día, apareció un agujero en el puente. Ambos pueblos estaban de acuerdo en que había que arreglar este agujero. Pero no se ponían de acuerdo respecto a quién le tocaba hacerlo. Cada uno de los pueblos se consideraba superior al otro. El pueblo de la derecha del río decía que era el principal destino de la calle, así que ya que el otro pueblo era menos importante, se debía encargar de arreglarlo. El pueblo del lado izquierdo del río, por su parte, mantenía que todo el tráfico venía hacia ellos, de modo que les debía tocar a los de la derecha.

La disputa siguió y también el agujero. Mientras más tiempo pasaba, más crecía la hostilidad entre los pueblos.

Un día, un vagabundo del pueblo se cayó en el agujero y se partió la pierna. Las personas de los pueblos le preguntaron con mucho detalle si había caminado desde la orilla derecha a la izquierda, o desde la izquierda a la derecha, para poder decidir cuál de los pueblos era el responsable del accidente. Pero él no lo podía recordar, ya que esa noche estaba borracho. Un tiempo después, un carruaje estaba cruzando el puente, se cayó en el agujero y se rompió el eje. Ninguno de los pueblos se fijó en este accidente, ya que el viajante no iba de un pueblo a otro, sino que solamente estaba de paso. El viajante salió del agujero y preguntó enfadado que por qué no se había arreglado el agujero.

Cuando escuchó la razón, declaró: "Yo compraré este agujero. ¿Quién es el dueño?".

Los dos pueblos dijeron a la misma vez que eran los dueños del agujero.

"El que sea el dueño tiene que probarlo."

"¿Cómo podemos probarlo?", preguntaron ambos lados. "Es simple. Sólo el dueño del agujero tiene el derecho de arreglarlo. Compraré el agujero del que arregle el puente."

Las personas de los dos pueblos se pelearon por hacer el trabajo, mientras el viajante fumaba un cigarro y el chófer le arreglaba el eje. Arreglaron rápidamente el puente, y pidieron el dinero por el agujero.

"¿Qué agujero?", el viajante decía sorprendido. "Yo no veo ningún agujero. Llevo desde hace tiempo buscando un buen agujero. Estoy dispuesto a pagar bastante dinero por él, pero por aquí no hay agujero. ¿Me están tomando el pelo, o qué?

Se subió a su carruaje y se fue. Las personas de los dos pueblos ya han hecho las paces. Fin.

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús como el vencedor del mal. Nosotros, por nuestra parte, debemos cooperar con el Señor para que él siga venciendo el mal que hay en nosotros y a nuestro alrededor. Alguno se preguntará cómo se puede luchar contra el mal y vencerlo. El cuento que acabamos de leer nos puede dar una pista. Como el agujero del puente no se puede explicar sino como la ausencia de un bloque de madera o cemento (depende del material con que esté hecho el puente), el mal es siempre la ausencia de algún bien. Por ese motivo, la única manera que tenemos de luchar contra el mal es tratando de suplir esa ausencia de bien a través de acciones concretas (tapar el agujero). Es necesario vencer la injusticia con la justicia, la mentira con la verdad, la venganza con el perdón, el odio con el amor.

Se trata de una misión difícil, pero contamos siempre con la ayuda del más fuerte, con el que ha sido capaz de vencer el mal definitivamente, nuestro Señor Jesucristo. ¡Aleluya!

“No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence el mal con el bien”. (Rm 12,21).


Guión Litúrgico:

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