DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

CICLO B

JESÚS CURA NUESTRA CEGUERA


“Maestro, haz que pueda ver”. (Mc 10,46-52)
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.




Cuento: “Los ciegos y el elefante”

Había un pequeño pueblo en la India donde, todos sus habitantes eran ciegos.

Un día, seis de los residentes del pueblo, los que se consideraban más sabios, salieron a dar un paseo y en el camino se encontraron con un hombre montado en un elefante. Los seis hombres habían oído muchas historias sobre los elefantes pero nunca tuvieron la oportunidad de estar cerca de ellos. Su fuerte curiosidad los llevó a preguntar al dueño del elefante si podían tocar al animal para poder regresar al pueblo y explicar a todos los habitantes cuál es la apariencia real de un elefante.

Cuando el dueño aceptó, cada uno de los hombres se acercó a palpar una parte del animal para luego contar la historia a los miembros de su comunidad.

Una hora después, los seis hombres llegaron al pueblo y convocaron a todos los habitantes para que se acercaran a escuchar la increíble historia del elefante.

“¿Y…? ¿Cómo es un elefante?”, preguntó con curiosidad uno de los habitantes.

El primer hombre, que tocó el pecho del elefante respondió: “El elefante es como un enorme y fuerte muro…”

“Tonterías”, gritó el segundo hombre, que tocó el colmillo del elefante, “El elefante es pequeño y robusto, suave al tacto y con una extremo afilado, más parecido a una lanza que a un muro.”

El tercer hombre, que tocó la oreja del animal, respondió: “Ninguno de los dos está en lo cierto. El elefante es como una enorme hoja hecha de lana que se dobla con el viento.”

“¡Eso no es cierto!”, exclamó el cuatro hombre, que puso su mano sobre la trompa del animal, “Yo les aseguro que el elefante es como una serpiente gigante…”

“No, no, no”, respondió el quinto hombre, que tocó una de las piernas del animal, “¿No les quedó claro que el elefante es como una especie de poste corto y grueso?”

“Todos ustedes están equivocados”, contestó el sexto hombre, que montó el elefante por algunos minutos, “¡El animal es como una montaña movediza!”

Los habitantes del pueblo quedaron bastante confundidos con la historia y, hasta el día de hoy, ninguno sabe cómo es la apariencia real de un elefante.

“Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos”. (Jn 9,39)


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