Reflexión: “Dejarse sorprender por Dios”:
Hace muy poco tiempo se hizo un estudio curioso en Nueva York. Le pidieron colaboración a uno de los mejores violinistas del mundo para hacer un experimento por el que le iban a pagar. Él tocaba con uno de los mejores violines, un Stradivarius, y acababa de dar un concierto espectacular en la ciudad, con más de mil personas abarrotando la sala y aplaudiendo a rabiar porque era un virtuoso del violín.
Le dijeron que se fuera al metro, que se vistiera con harapos y que tocase lo mismo que había tocado en aquella sala. Pues bien, después de toda una mañana tocando dos veces las mismas piezas, repitiendo el mismo concierto, con el mismo violín, contó que le habían echado solo treinta dólares y que únicamente dos personas habían parado algo más de un minuto; todos los demás bajaban de metro y se iban.
No quiso cobrar nada. Pero contó que había quedado impresionado, porque le habían dado una lección: lo más bello, lo más extraordinario puede estar pasando a nuestro lado y no lo vemos, nos falta capacidad para verlo.
“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.”. (Jn 1,11)
Guión Litúrgico: